Se suele opinar que el vino bueno es el que a uno le gusta, o que lo importante es que el vino «este» bueno y aquí debemos de agradecer al castellano que distinga entre el verbo «ser» y «estar».
La verdad es que son sentencias cuya simpleza es totalmente embriagadora y podríamos caer incluso enpretender que son ciertas, que lo son, pero con ciertos matices.
Podríamos también proclamar que las mejores zapatillas son con las que estás cómodo, claro está que esto parece totalmente lógico, salvo que por calzar esas zapatillas, tan «magníficas», en unos años se nos gangrenen los pies por la porquería de materiales con los que están fabricadas.
Pero no es cuestión de resaltar las propiedades de elaboración diciendo que de este viñedo este vino (de la finca Masatrigos en el Bajo Aragón), divagando sobre la viticultura ecológica de la que proceden sus uvas Garnacha o incluso de que el vino se elabora sin sulfitos añadidos.
Vamos a hablar tan solo del vino, de si es bueno o es el que nos gusta, sin hablar de esos «valores añadidos», así pues descorchamos una botella del vino Amice Masatrigos Garnacha 2015.
Tal vez sea la mejor manera de juzgar un vino. Que pueda competir con los demás en calidad, sabor, aroma, sensaciones, sin tener que nombrar esas «propiedades extras» (que son el propio fundamento de dicho vino) para venderlo y que el consumidor lo elija por delante de otro, que no las tenga, solamente porque es el que más le gusta.
Un precioso color rojo frambuesa, vivo, con brillos rosáceos, de capa media, limpio y con una espesa lágrima que tinta la copa.
Una explosión de intensos aromas frutales brotan de la copa, muchísimos recuerdos a frutos rojos (fresas, frambuesas) un destello de golosas compotas de frutos negros (moras,… ¿higos?).
Sus aromas son frescos y delicados, pero a su vez con una intensidad que le imprime carácter. Un fondo balsámico brota ligeramente conforme el vino adquiere temperatura en la copa y se oxigena mostrándonos pequeños matices que le confieren una deliciosa, pero no excesiva, complejidad.
¿Pimienta, anís,… algún arbusto aromático creemos distinguir,… laurel? nos enamoramos del vino y dejamos la nariz hundida en la copa tratando de responder, sin conseguirlo en muchas ocasiones, a todas las sensaciones que percibimos. Golosinas, regaliz rojo…
Al beberlo tiene una entrada fresca, con volumen, rústica, entra gritando todos sus aromas en forma de sabores, muchísima fruta, un tanino delicado, refrescante y de recorrido medio dejando una agradable sensación en boca, goloso al principio pero con un seco final y un punto amargo delicioso.
Un vino que es un fantástico representante de la variedad de uva Garnacha, marcado carácter varietal y muy sincero, sin adornos supérfluos, solo buen vino.
Aunque de precio elevado, cada vez más productores apuestan por dar mucha calidad a los vinos «mal llamados jóvenes» ofreciéndonos vinos sin el adorno de la madera que resultan muy agradables de beber.
Fantástico para acompañar guisos y asados de carnes blancas, pasta con salsas de carne, pasteles de carne e incluso junto con cualquier ágape para el que busquemos un vino fresco e interesante.