Tenemos esa botella, ahí, guardada en casa, sin saber que demonios hacer con ella. Tal vez fuese un regalo muy especial, nos la compramos en aquel viaje, o incluso fue un capricho en un día de debilidad.
Ahí está, cubriéndose de polvo poco a poco, conforme pasan los días, las semanas, los meses y los años esperando esa ocasión especial en la que merezca la pena que se descorche dicho vino. Pero esa ocasión no llega jamás, cuando ya es demasiado tarde, un buen día, nos da por descorcharla y se nos ha perdido.
Las botellas van y vienen, el tiempo se va para no volver.
No tengamos miedo a descorchar botellas, el vino no es eterno, guardar un buen vino es una virtud que nos regalará infinidad de matices a nuestros sentidos en recompensa a la paciencia. Pero nada más, si nos pasamos de pacientes pecaremos incluso más que si nos pasamos de impacientes.
¡Abran esa botella hoy mismo, con cualquier excusa, no dejen que se les pierda el vino!.