A nadie le amarga un dulce, no obstante, los vinos dulces, conocidos vulgarmente (y no tan vulgarmente) como «vinos de postre» están infravalorados dentro de la cultura actual de comer, cenar o vivir con un solo vino.
No suele ser, hasta que alguien te los planta delante del hocico, que nos damos cuenta de que son vinos que adoramos pero se nos había olvidado y es que son vinos que sirven para muchas cosas pero muy concretas.
Vinos para pequeños detalles que redondean ciertos momentos pero que nunca podrán ser el hilo principal sobre el que se asienta una cena (¿o si?) y son el conjunto de todos estos pequeños detalles los que redondean una buena velada (no solo el vino) por más que se diga que un buen postre soluciona una mala comida (que yo creo que no).
Y en estas estamos, con el proyecto de Abadía de la Oliva y sus vinos de «Abadía» (que se elaboran en el Monasterio de la Oliva en Navarra pero que no los elaboran monjes, sino otra gente que no son monjes que compraron, reformaron y modernizaron la parte de la bodega).
Alma de Abadía es un vino de vendimia tardía sobre la variedad de uva Mosacatel de Grano Menudo. Vendimia tardía tan solo quiere decir que se vendimia la uva tarde, se deja que se pasifique en la cepa (un poco) y conseguimos que pierda agua y suba la concentración de azúcar (suelen ser más caros por este mismo motivo ya que cada hectárea da un rendimiento mucho menor que si se vendimiase a su «debido» tiempo con todo el agua dentro de la uva obteniendo más litros de mosto). De esta manera conseguimos vinos con una alta concentración de azúcar pero con la suficiente fermentación para que sepan a vino (en la fermentación del vino el azúcar se transforma el alcohol).
Así estamos, delante de la botellita de este vino dulce, relamiendonos porque el abrir una de estas botellas es siempre un pequeño capricho, porque su aroma brota de la boca mientras arrojamos el líquido elemento a la copa mientras se despliegan un sin fin de tonalidades que van desde el amarillo más pálido hasta el dorado más anaranjado.
Sus aromas son dulzones, pero no empalagosos, embriaga por sus recuerdos a miel, a frutas tropicales, un puntito cítrico, un primor de aromas con un sutil recuerdo a la bollería más jugosa. Pese a su pesada lágrima que se pega a las paredes de la copa, al beberlo sorprende su ligereza en el paso por boca pero a su vez su marcado dulzor en forma de recuerdo a la uva moscatel… delicioso y embriagador.
Claro está que estos vinos nos gustan pero no sabemos cuando descorcharlos, muchas veces porque no nos lo planteamos, pero para acompañar unas pastas a media tarde (tanto te, tanto te), un aperitivo con algo de ibérico, patés y foie, un postre con hojaldres o bizcocho, chocolates y frutos secos.
Por supuesto este vino se puede comprar en nuestra tienda online: http://shop.popthewine.com/alma-de-abadia